Dos palomas. Una blanca y otra negra surcando el cielo sobre las marismas mediterráneas de mi ciudad, invadiendo de energía el ambiente estrepitoso y helado de la mañana.
Sale el sol, y sus cabellos rozan el suelo haciéndonos cosquillas que crean sonrisas a niños y mayores.
Las palmeras bailan y entrelazan corazones verdes pistacho hacia un velo transparente en el aire el cual respiramos cada día, y así nos sentimos dichosos y entusiastas para recibir otro grandioso amanecer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario